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Según indicó la RACC hace unos años, si en el exterior hay una temperatura de 35 grados y el coche está aparcado al sol, el vehículo se convierte en un horno que puede alcanzar los 55 grados en tan solo una hora. Conducir durante una ola de calor no es ninguna tontería, por eso, tanto para evitar posibles averías en el coche, como para realizar el trayecto con seguridad.
Ya que, aunque con el aire acondicionado puesto nos sentimos capaces de conducir en plena ola de calor a las 15.00 ya atravesar un desierto, lo cierto es que este invento consigue rebajar la temperatura del coche, pero no evita la aparición de los síntomas de deshidratación en sus ocupantes. De forma que, para no correr riesgos, resulta fundamental tomar una serie de precauciones como:
Usar parasol. No es que refresquen el ambiente del habitáculo, pero sí que consiguen que ciertos elementos como el volante o el salpicadero no nos quemen las manos cuando entramos al interior del vehículo. Además, su efecto aislante consigue que la temperatura no aumente tanto ni tan rápido en el interior. Además, mientras estamos en marcha, podemos emplear parasoles en las ventanillas laterales para proteger la piel de los pasajeros de la incidencia directa del sol.
Buscar sombra para aparcar, sobre todo, si tienes un coche de color oscuro. Esto es debido a que los coches con carrocerías pintadas de oscuro absorben más radiación solar que los pintados con colores claros. Este es el motivo principal de que los vehículos negros se calienten en verano. Así adquieren temperaturas bastante elevadas en su superficie exterior. Como prueba de esta hipótesis, hay un estudio que llevó a cabo en 2015 la RACC en el cual pudieron comprobar que, expuestos al sol en igualdad de condiciones durante 60 minutos, se pudo medir una diferencia de casi 20 grados entre ambos coches (80ºC coche de color negro y 63ºC el coche de color blanco).
Abrir las puertas del vehículo antes de conectar el aire acondicionado y empezar a conducir. De esta forma se igualan las temperaturas del exterior y del interior antes de poner el sistema de climatización en marcha. Con esta práctica se evitan sobrecargas de uso y se alarga la vida de los elementos de climatización.